Se detiene la Macarena. Silencio en los cuatro costaos de calle parras... y desde un balcón una rosa florecida le reza a través de la mejor saeta a la niña morena de la calle parras:
Y al ver tus ojos destrozados
se desgarra mi garganta
pero tu cara, pero tu carita morena
me dan fuerza y esperanza de cantarte Macarena.
Me dan fuezas y esperanza ¡ay! para cantarte y rezarte ¡ay! Esperanza Macarena
Son de esos momentos que hacen grande la Semana Santa.
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sábado, 14 de abril de 2007
Pasa la Macarena...
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Señor de la Salud (Los Gitanos)
Lento, siempre de frente y al mando gitano de sus capataces. Ya ha amanecido y el compás de sus costaleros sigue siendo el mismo, siempre de frente y muy poquito a poco arrancando por donde pasa los más puros sentimientos en forma de aplausos infinitos y lágrimas desde lo más profundo del corazón. JuanManuel Padre (1º capataz): ¡Viva Dios y vivan ustedes! ¡Vivan las cosas de verdad!;
Mientras, Juanmanuel hijo (2º Capataz)se acerca a un costero y grita a sus costaleros:¡ En la vida se ha visto una cosa igual! ¡óle los costaleros de casta!
Subió la cuesta del bacalao el Señor de la Salud y seguidamente pasó la Virgen de las Angustias deprendiendo un olor a canela y clavo como diría el maestro Alberto Gallardo.
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Mientras, Juanmanuel hijo (2º Capataz)se acerca a un costero y grita a sus costaleros:¡ En la vida se ha visto una cosa igual! ¡óle los costaleros de casta!
Subió la cuesta del bacalao el Señor de la Salud y seguidamente pasó la Virgen de las Angustias deprendiendo un olor a canela y clavo como diría el maestro Alberto Gallardo.
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Y llegó Triana...
Y llegó Triana con su gente, con su casta y con su particular forma de andar. Y llegó Triana, con banda de ángeles, con su arte, su flores, y su alegría haciendo subir los termómetros una noche fría. Paso adelante, tres atrás y venga de frente valiente. Llegó Triana con su gente y así lo recibió Sevilla. Mucha Triana, mucha Triana familia García, mucha Triana mi vida, mucha Triana... Y llegó Triana.
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viernes, 30 de marzo de 2007
Santa Cruz
Tras una tarde de mucho calor y de estar cansado de ver pasar nazarenos y nazarenos de la hermandad de San Benito en la esquina de la Alicantina, frente a la estatua de San Ángela, mi grupo de amigos y yo decidimos adentrarnos un día de Semana Santa por el barrio de Santa Cruz con la intención de tomar algo para coger fuerzas.
Eran años de estudios, de ver una y otra cofradía, de quedar con tal y cual en esa esquina que tanto nos gustaba. Años de largas esperas que servían para dialogar y conocernos mejor, de afianzar una amistad profunda. Como en todo grupo, había los que le encantaban y entendían de pasos y también los que no sabían ni ‘jota’ de Semana Santa pero ahí estaban, incluso con su chaqueta y corbata. Momentos de plena juventud, de algún que otro escaqueo a una u otra disco de algunos, pero sin botellonas y con muchisimo respeto a la semana de pasión, eso que nunca faltara. Unos días festivos para los estudiantes que bien nos servían para despejarnos y sobre todo para apreciar la magia de Sevilla, conocer barrios, esquinas con encanto, historia, leyendas que algún amigo contaba sobre la ciudad o una cofradía.
También vivíamos días de amor. Los que no tenían pareja utilizaban el duende de la Semana Santa para sus conquistas esporádicas, y los comprometidos para sellar su cariño al son de una marcha, al paso de un Cristo o una Virgen, o para decirse el primer ‘Te quiero’ perfumado de azahar e incienso. Tampoco faltaba esa famosa frase de: “hoy tenemos que ver a Javi, Guille y Quiles que salen en el Amor”. O esta otra: ¿a ver quién reconoce este año a Quino? y es que siempre está el típico del grupo que sale de nazareno te ve y ni te saluda. ¡Qué cosas tiene la gente en Sevilla! Y Juanito. Su caso todavía más paradigmatico. Salía año tras año en la Vera Cruz, aquí y en su pueblo, y durante todo un año no pisaba ni una iglesia y se llevaba todo el día criticando la Semana Santa bromeando. Pero siempre estaba ahí el tio, en todas las bullas metido. Hasta un gitano teníamos en el grupo, o mejor dicho, como él se definía: ‘cuchichí’. Bautizado en San Román delante del Cristo de Los Gitanos, como no podía ser de otra forma. A Migue no le gustaba mucho la Semana Santa pero tampoco se perdía una. Sobretodo Los Gitanos y la entrada de Los Panaderos. ¡Qué tiempos aquellos!
Como decía, nuestro peregrinar por el barrio de Santa Cruz un Martes Santo nos llevó, tras recorrer una callecita muy estrecha, hasta un Templo dónde se encontraban miles de personas esperando la entrada de una cofradía. Una vez allí nos acoplamos donde pudimos sabiendo que quedaba más de una hora para que la cruz de guía de la hermandad de Santa Cruz llegara. Conversamos durante bastantes minutos hasta que al fin alguien de alrrededor dijo: “por ahí parace que viene”. En efecto, tras un gran humo de incienso aparecía el cortejo de nazarenos. Era la primera vez que todos juntos escuchábamos el silencio de Sevilla. El discurrir de hermanos fue precioso y como digo supimos por vez primera vez cómo sabe Sevilla guardar respeto. El tiempo parecía congelado cuando apareció la Imagen del Cristo con su gótico paso. Nadie hablaba. Al subir la rampla de madera el paso quedamos todos asombrados de la magnitud de tal en comparación a la estrecha puerta de entrada. Poco a poco fue entrando el Señor con el corazón de todos encogido al son de una saeta.
Pero lo extremecedor de esa mágica noche fue ver llegar a esa Virgen llena de Dolor. Esta vez, al subir la rampla el palio, un amigo si que habló: “no me creo que pueda entrar”. dijo en voz baja. Golpe del llamador y al grito de cuerpo a tierra la Virgen fue entrando muy poquito a poco. El capataz con gran maestría repetía le nombre sin cesar de uno de los pateros: ¡Felipe, más cuerpo a tierra! fue tanto lo que vivimos que año tras año simpre nos reuníamos en ese mismo sitio para ver la entrada. Se convirtió por un tiempo en una costumbre de amigos hasta que los años nos fueron separando por distintas circunstancias que pronto supimos remediar.
En cuanto al grupo de amigos, aún conservamos esa profunda amistad con tan solo una pena, la ausencia de Javi. El nazareno del Amor nos dejó hace un par de años para estar seguro a la vera de ese Cristo de las Misericordias que tanto le gustaba. Nosotros le seguimos recordando siempre y a ser posible volviendo a ese rinconcito mágico en el barrio de Santa Cruz cada Martes Santo.
Laura Santos
Dedicado a todo mi grupo de amigos
Eran años de estudios, de ver una y otra cofradía, de quedar con tal y cual en esa esquina que tanto nos gustaba. Años de largas esperas que servían para dialogar y conocernos mejor, de afianzar una amistad profunda. Como en todo grupo, había los que le encantaban y entendían de pasos y también los que no sabían ni ‘jota’ de Semana Santa pero ahí estaban, incluso con su chaqueta y corbata. Momentos de plena juventud, de algún que otro escaqueo a una u otra disco de algunos, pero sin botellonas y con muchisimo respeto a la semana de pasión, eso que nunca faltara. Unos días festivos para los estudiantes que bien nos servían para despejarnos y sobre todo para apreciar la magia de Sevilla, conocer barrios, esquinas con encanto, historia, leyendas que algún amigo contaba sobre la ciudad o una cofradía.
También vivíamos días de amor. Los que no tenían pareja utilizaban el duende de la Semana Santa para sus conquistas esporádicas, y los comprometidos para sellar su cariño al son de una marcha, al paso de un Cristo o una Virgen, o para decirse el primer ‘Te quiero’ perfumado de azahar e incienso. Tampoco faltaba esa famosa frase de: “hoy tenemos que ver a Javi, Guille y Quiles que salen en el Amor”. O esta otra: ¿a ver quién reconoce este año a Quino? y es que siempre está el típico del grupo que sale de nazareno te ve y ni te saluda. ¡Qué cosas tiene la gente en Sevilla! Y Juanito. Su caso todavía más paradigmatico. Salía año tras año en la Vera Cruz, aquí y en su pueblo, y durante todo un año no pisaba ni una iglesia y se llevaba todo el día criticando la Semana Santa bromeando. Pero siempre estaba ahí el tio, en todas las bullas metido. Hasta un gitano teníamos en el grupo, o mejor dicho, como él se definía: ‘cuchichí’. Bautizado en San Román delante del Cristo de Los Gitanos, como no podía ser de otra forma. A Migue no le gustaba mucho la Semana Santa pero tampoco se perdía una. Sobretodo Los Gitanos y la entrada de Los Panaderos. ¡Qué tiempos aquellos!
Como decía, nuestro peregrinar por el barrio de Santa Cruz un Martes Santo nos llevó, tras recorrer una callecita muy estrecha, hasta un Templo dónde se encontraban miles de personas esperando la entrada de una cofradía. Una vez allí nos acoplamos donde pudimos sabiendo que quedaba más de una hora para que la cruz de guía de la hermandad de Santa Cruz llegara. Conversamos durante bastantes minutos hasta que al fin alguien de alrrededor dijo: “por ahí parace que viene”. En efecto, tras un gran humo de incienso aparecía el cortejo de nazarenos. Era la primera vez que todos juntos escuchábamos el silencio de Sevilla. El discurrir de hermanos fue precioso y como digo supimos por vez primera vez cómo sabe Sevilla guardar respeto. El tiempo parecía congelado cuando apareció la Imagen del Cristo con su gótico paso. Nadie hablaba. Al subir la rampla de madera el paso quedamos todos asombrados de la magnitud de tal en comparación a la estrecha puerta de entrada. Poco a poco fue entrando el Señor con el corazón de todos encogido al son de una saeta.
Pero lo extremecedor de esa mágica noche fue ver llegar a esa Virgen llena de Dolor. Esta vez, al subir la rampla el palio, un amigo si que habló: “no me creo que pueda entrar”. dijo en voz baja. Golpe del llamador y al grito de cuerpo a tierra la Virgen fue entrando muy poquito a poco. El capataz con gran maestría repetía le nombre sin cesar de uno de los pateros: ¡Felipe, más cuerpo a tierra! fue tanto lo que vivimos que año tras año simpre nos reuníamos en ese mismo sitio para ver la entrada. Se convirtió por un tiempo en una costumbre de amigos hasta que los años nos fueron separando por distintas circunstancias que pronto supimos remediar.
En cuanto al grupo de amigos, aún conservamos esa profunda amistad con tan solo una pena, la ausencia de Javi. El nazareno del Amor nos dejó hace un par de años para estar seguro a la vera de ese Cristo de las Misericordias que tanto le gustaba. Nosotros le seguimos recordando siempre y a ser posible volviendo a ese rinconcito mágico en el barrio de Santa Cruz cada Martes Santo.
Laura Santos
Dedicado a todo mi grupo de amigos
Entrevista a Juanma Martín, segundo capataz de Ntro. Padre Jesús de la Salud (Los Gitanos)
"El Cristo de Los Gitanos es mi vida"
Perfil:
Juanma Martín nació en Sevilla un 12 de noviembre de 1979. Bautizado en San Román, desde muy pequeño se entusiasmó por el mundo del martillo de la mano siempre de su padre como maestro. Este cofrade no pedía otra cosa por Reyes que ir junto a su padre como capataz. Su infancia trasncurrió entre costales y trabajaderas por lo que desde muy pronto sintió el deseo de continuar con el oficio familiar. Ha estado delante del paso de las Cinco Llagas (La Trinidad), Las Penas de San Roque y acutalmente como segundo capataz del paso del cristo de los Gitanos. Además, dice sentirse orgulloso de pertenecer a a la cuadrilla de costaleros de la hermandad de Los Panaderos. Afable, familiar y entrañable, Juanma admite que uno de sus rincones favoritos donde siempre está cada Semana Santa es en la salida de la hermandad de San Julián, cofradía de la que es también hermano.
Asimismo, este gitano asegura que nunca hablaría mal de su hermandad de Los Gitanos aunque tuviera razones para hacerlo. Al entablar contacto por teléfono con él, normalmente suele escucharse de fondo alguna marcha de Semana Santa -'Caminando por Tiento' a ser posible-, ya que como él mismo reconoce: “La Semana Santa es mi pasión”. Como lo es también su familia -de la que dice sentirse muy orgulloso- el mar y sobre todo Chipiona, lugar donde suele veranear. Aunque su mayor deseo sería “llevar algún día al Señor de la Salud como primer capataz”, Juanma no quiere ni pensarlo porque le gusta la figura de su padre delante del paso y para él es algo más que su maestro. Como lo son también su cuadrilla de costaleros que lo han “respetado y ayudado siempre”. Si bien, Juanma Martín comienza a hacerse hueco en la historia de la Semana Santa gracias a su esfuerzo, experiencia, sabiduría, técnica y sobre todo valor humano, características que le hacen ser un verdadero artista delante del martillo.
¿Desde siempre quisiste ser capataz?
Desde muy chico, la verdad. Mis primero recuerdos cofrades son con mi padre de la mano delante de un paso ensayando. Siempre rodeado de buenas cuadrillas, costaleros como lérida, pachuli, el macía, en un zanco izquierdo Curro y en el otro Pablo ‘el negro’. Desde chiquitito viviendo el mundo cofrade con ellos, yendo otras muchas veces agarrado a un zanco escuchando a mi padre como mandaba el paso. Durante esa etapa de mi vida permanecía callado junto a él, observándolo y aprendiendo. Muy de chico ya me decía al oído: di la izquierda adelante. Y yo gritaba con una voz muy infantil su orden. Casi ni se me escuchaba, la verdad, pero me entusiasmaba cada vez más poder llegar a ser capataz de verdad algún día en Sevilla. El paso del tiempo y mi esfuerzo de años por aprender este arte hicieron que encontrara un hueco, junto a mi padre, eso sí.
¿Y cuál consideras que fue tu debut como capataz?
¿Y cuál consideras que fue tu debut como capataz?
Cómo no recordarlo, si tenía tan sólo 14 años. Sucedió precisamente en la Campana, delante del Cinco Llagas de la Trinidad a consecuencia de que Antonio López, primer capataz, se quedó literalmente: sin voz. Tengo que decir que fue la mejor calle sierpes en toda mi vida. La mejor. Aún se me ponen los pelos de punta al recordarlo. Hicimos un recorrido muy bueno, ‘mu cofrade’, con una cuadrilla muy hecha y entera. Entré y saqué el paso de la Catedral sin rozar tan siquiera un costero. Mi padre, que llevaba el otro paso de la cofradía, al enterarse de que estaba sólo llevando el paso lo primero que dijo fue: dejarlo que siga. En ese momento fue cuando me di cuenta de que había sido capaz de realizar mi sueño.
¿Y la primera vez que te sentiste capataz delante del Señor de la Salud?
Hace pocos años, en el 2001, también en Campana. Y me explico. Cuando yo era aún demasiado joven debajo del Señor había dos cuadrillas, como ahora. Entre ellas estaba la veterana, la añeja de sabiduría, la cual hace 25 años ahora, y claro, para mi esos son también mis maestros, igual que mi padre. Es que yo he aprendido de ellos. Y claro, yo sigo siendo para estos señores ese niño de siete años que iba agarrado al zanco. Y mi padre su capataz. Yo me considero discípulo de ellos, la verdad. Ya más mayor comencé con el consentimiento de mi padre a hacer una cuadrilla más joven (la chica), con algunos veteranos como ‘traga bollos’, ‘el vaca’, pero con una media de edad joven, 27 años. Y fue cuando mi padre me dijo: a ver cómo salen. Confió en mí y apostó por esa cuadrilla que había creado y en el 2001 nos dio la oportunidad de hacer la campana. Fue en ese momento cuando verdaderamente me sentí capataz del Señor de la Salud.
¿Qué características debe tener un costalero de Los Gitanos?
Para ser costalero del Señor de la Salud lo primero que tienes que tener es un corazón muy grande y querer mucho al que está arriba. Después la forma física, imprescindible. La persona en sí, también muy importante, creo que hay que hacer cuadrilla, hermandad en definitiva. A mi no me gustan los fichajes, ni los vuelca pasos, no me valen.
Tras muchos años ya delante de un martillo y derramando arte por Sevilla
¿Qué es lo más bonito que te han dicho?
Gracias. Gracias por darme la oportunidad de ser costalero del Señor de la Salud. Mi mayor satisfacción es cuando veo las caritas de entusiasmo de esos costaleros cuando le decimos que contamos con él.
Por cierto, ¿Piensas que el tiempo te dará el martillo del paso de Los Gitanos como primer capataz?
No. Me gusta la figura de mi padre, por respeto ya incluso. Día a día aprendo de él. Ahora bien, si en algún momento mi padre decidiera no salir de capataz sería la mayor ilusión de mi vida ser el que llevara el martillo. Si es que es mi vida. El cristo de los Gitanos es mi vida.
¿Cómo vives las horas antes de sacar el paso?
El Jueves Santo me levanto destrozado, ya que salgo de costalero en Los Panaderos. Para mí ese día es de los más mágicos que hay. Desde muy temprano visito junto a mi familia a mis Imágenes del alma, mi Cristo de la Salud y mi Virgen de las Angustias. Dialogo un buen rato con los amigos, hermanos, costaleros de la cuadrilla y noto esas caritas blancas de estar con los nervios. De ahí pasamos por la Macarena y terminamos en Triana, aprovechando para comer en la calle Betis. Pero cuando escucho los primeros tambores de las Cigarreras ya está uno malo. Después me voy a mi casa e intento ver las cofradías por la televisión. Hago como el que me duermo y cuando veo Pasión me descompongo. Comenzamos a vestirnos mi padre, mis hermanos -uno sale de contraguía y otro de costalero en el Cristo- y yo y horas más tarde llegamos a San Román para igualar. Un momento en el que nadie habla. Ya dentro del Templo, los cuatro primeros martillazos suenan…como cuatro estacazos, y cuando el paso se levanta por primera vez es cuando se escucha decir: que viene la corría…
Define a tu padre como capataz
Sabiduría, carácter, cariño y defensor de su gente al máximo. Mi padre tiene un gran conocimiento sobre cofradías. En Sevilla hay capataces y conductores de pasos, y yo a mi padre lo considero capataz de verdad. El capataz, además de ser técnico, tiene que ser psicólogo. Tiene que ser cariñoso con su cuadrilla, los tiene que enseñar, hacerle entender que son costaleros, que no vienen a pasear el costal, que se viene a dar el todo por el todo. Por eso el capataz tiene que reunir muchas cualidades. Todo ellos posee mi padre, además de su voz rota, ronca y partía de muchas madrugá.
¿Nunca has sido costalero del paso del Señor de la Salud?
En la calle nunca. Sí en retranqueos y alguna que otra mudá. Esa es la espinita que tengo bien guardá, sinceramente, aunque disfruto como nadie viéndole su rostro de frente toda una madrugá.
Un año la Hermandad de Los Gitanos decidió que no sacarais el paso del Señor de la Salud ¿Como vivisteis esa madrugá?
Ver al Señor pasar por delante fue de lo más duro de nuestras vidas. Se queda para nosotros. También nos ha enseñado, sobre todo a apreciar lo que teníamos. Y enseñarte también a saber cómo son algunas personas, antes y después. Estas cosas te hacen abrir los ojos, te hace ver el mundo cofrade en el que te estás moviendo, un mundo que por desgracia está muy politizado.
José Santos
En Primera persona
Nací un 12 de noviembre de 1979 en Sevilla.
Bautizado en San Román.
Estudié en los Salesianos.
Nunca hablarías mal de: Mi hermandad.
Hobby: La Semana Santa, el mar, Chipiona…
Una persona muy familiar.
Un rincón donde siempre esperas una cofradía: En San Julián, saliendo la Hiniesta.
¿Sueles rezar? Todas las noches.
“Esta es la primera entrevista que me realizan como capataz en mi vida”.
Horóscopo: Escorpion
Número favorito: 9.
Manías: Nunca paso por debajo de una escalera.
Hermano de la Hiniesta, Los Gitanos y costalero en los Panaderos.
“A parte de capataz, me considero costalero, creo que es fundamental”.
Una marcha, “Caminando por tiento”.
Bautizado en San Román.
Estudié en los Salesianos.
Nunca hablarías mal de: Mi hermandad.
Hobby: La Semana Santa, el mar, Chipiona…
Una persona muy familiar.
Un rincón donde siempre esperas una cofradía: En San Julián, saliendo la Hiniesta.
¿Sueles rezar? Todas las noches.
“Esta es la primera entrevista que me realizan como capataz en mi vida”.
Horóscopo: Escorpion
Número favorito: 9.
Manías: Nunca paso por debajo de una escalera.
Hermano de la Hiniesta, Los Gitanos y costalero en los Panaderos.
“A parte de capataz, me considero costalero, creo que es fundamental”.
Una marcha, “Caminando por tiento”.
La voz de este capataz... (Campana 2007)
sábado, 27 de enero de 2007
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